Cuando todo discurre con normalidad, nuestro cerebro es el mayor “superordenador” sobre la tierra. Una compleja red de alrededor de 100 mil millones de neuronas, que no sólo es genial para procesar y organizar la información sino que también es muy, muy rápida. Cada segundo, entre 18 y 640 billones de impulsos eléctricos pasan por el cerebro. Se codifican y “almacenan” cuidadosamente los recuerdos y experiencias, configurando un mosaico único de la persona.
¿Pero qué sucede cuando un “shock” perturba este sistema? ¿Por qué este choque o trauma puede permanecer en el cuerpo y la mente, afectando a la salud durante años?
La verdad es que el trauma no está solo “en la cabeza”. Deja una huella física y real en el cuerpo, afectando a los procesos de “almacenamiento” de la memoria y cambiando el cerebro.
Los traumas que no han sido tratados pueden tener un gran impacto en la salud futura. Las reacciones emocionales y físicas que desencadenan pueden predisponer a sufrir graves problemas de salud, como ataques cardíacos, accidentes cerebrovasculares, obesidad, diabetes y cáncer, según una investigación de la Facultad de Medicina de Harvard (ver investigación Harvard Medical Shool).
Además, el riesgo de desarrollar problemas de salud física y mental aumenta con el número de eventos traumáticos que se experimentan. “Por ejemplo, el riesgo de tener problemas es mucho más alto si se han tenido tres o más experiencias negativas, llamadas experiencias infantiles adversas (EAC)“, dice la investigadora científica de Harvard, Andrea Roberts.
Aparentemente, el superviviente de un trauma puede parecer “completo” y sano, pero el trauma puede supurar como una herida invisible, y debilitar las defensas del cuerpo hasta que se manifiesta en forma de enfermedad.
¿Qué cambia cuando experimentamos un trauma? ¿Dónde se “almacena” en el cuerpo?
Veamos lo que le sucede a nuestra “supercomputadora” cuando experimenta una conmoción, un shock.
El trauma puede causar que nuestro sistema de procesamiento de la memoria funcione mal: el sistema de memoria explícita falla, por lo que la memoria traumática no se registra y no se almacena correctamente.
En cambio, nuestra “supercomputadora” utiliza un método más simple de registro de señales, y codifica los recuerdos traumáticos como imágenes o sensaciones corporales. A esto se le llama disociación: los recuerdos se dividen en fragmentos. Estos permanecen incrustados en la mente como metralla, impidiendo el proceso de recuperación natural del cerebro. Los fragmentos “malignos” pueden manifestarse como síntomas comúnmente asociados con el estrés postraumático, y aumentar el riesgo de enfermar físicamente de forma grave.
El trastorno de estrés postraumático (TEPT) puede cambiar visiblemente el cerebro. Después de que el ataque suicida con bomba en Manchester en 2017 matara a 22 personas en el concierto de Ariana Grande, ella publicó una imagen de un escáner cerebral que mostraba el impacto del trauma en su cerebro.
Hablando de su batalla contra el TEPT, dijo:
“Siento que no debería hablar de mi propia experiencia, como si no debiera decir nada. Creo que nunca sabré cómo hablar de ello y no llorar. Es difícil hablar de ello porque mucha gente ha sufrido una pérdida tan grande y tremenda. Pero, sí, es algo real”.
Las tres partes del cerebro responsables de procesar el estrés pueden cambiar cuando las personas sufren de TEPT:
- El hipocampo se encoge: es el centro de la emoción y la memoria.
- La actividad de la amígdala aumenta: es el centro de la creatividad y la rumiación.
- La función cíngulo prefrontal/anterior disminuye: es el centro de funciones más complejas como la planificación y el autodesarrollo.
Los recuerdos traumáticos no procesados, como un virus en nuestro sistema de codificación, pueden convertirse en puntos de conflicto que hacen que nuestros procesos mentales y físicos funcionen mal. Las primeras evidencias de la memoria celular muestran que, no es sólo el cerebro, sino las células del cuerpo las que podrían contener una huella de eventos traumáticos anteriores.
Entonces, ¿qué se puede hacer con esta “cosa real”?
La buena noticia es que los traumas del pasado no tienen por qué afectar de por vida. Es un problema que puede tratarse y existe la posibilidad de pedir ayuda.
Las terapias pueden ayudar a desbloquear o procesar las memorias traumáticas, liberándolas. Cuando la memoria traumática se “reintegra” en la mente, el cerebro puede comenzar a sanar.
La meditación, la actividad física o el yoga, también producen efectos reales en esta liberación y pueden ayudar al proceso de curación.
Un estudio del Centro de Trauma sobre el tratamiento del TEPT concluyó que “el yoga era mucho más efectivo que cualquier medicina que se haya desarrollado hasta ahora“. No significa que el yoga lo cure, pero supone un hecho diferencial en la dirección adecuada”.
Liberar a la mente y al cuerpo del trauma puede tener consecuencias enormemente poderosas. La doctora Kelly Turner hizo un extenso estudio a pacientes con cáncer terminal que vencieron su enfermedad contra todo pronóstico. Encontró que las personas con remisión espontánea a menudo citaban la liberación del estrés emocional o el trauma, como un componente clave de su curación. “No hay por qué quedar atrapado“, dice la profesora de psiquiatría de Harvard, la Dra. Kerry Ressler, “hay una buena posibilidad de que se pueda superar“.
Nuestro cuerpo puede “llevar la cuenta” (ver el libro de Bessel van der Kolk del mismo nombre), pero su increíble habilidad para sanarse lo convierte en la parte más interesante de la condición humana. Como dijo Helen Keller, “Aunque el mundo está lleno de sufrimiento, también está lleno de superación“.
Por su interés transcribimos este artículo escrito y publicado en www.biobeats.com